Hola, hola! Justo cuando todos pensaban que me estaba
pudriendo en mi departamento como esas dos pobres viejas en Recoleta, NO, aquí
escribo este post para reafirmar que sigo viva!
Qué pasó? Bueno, por supuesto, la cagué. Luego de mi último
reporte, que había sido 65,4kg, me fui el fin de semana de visita a casa de mis
viejos. Muchos eventos sociales, sumados al “calor materno” canalizado a través
de la comida, y me puse más de un kilo en dos días. Sí, se puede ser así de
animal. Ahora no me acuerdo bien, pero creo que el lunes a la mañana ese me pesé y clavé 67.
Me puse en regla inmediatamente y ajusté el cinturón. Ese
miércoles al grupo de Ravenna apenas y con lo justo llegué a denunciar un
“igual”, pero al menos me hice cargo de decir que no fue un “igual” porque la
dieta no está funcionando, o “no estoy tomando suficiente agua, se ve”, como
dicen algunos cara-rotas. Dije que la había cagado, que ir a casa de mi vieja
generalmente me trastoca todo. Y no en la forma en que cualquiera pensaría
(léase, comida casera si se trata de una madre aplicada, o comida chatarra si
se trata de una madre sin dotes culinarios). Por suerte no me dieron
oportunidad para explayarme, porque ya estaba terminando la sesión.

Qué hice como reacción? Lo que cualquiera hubiera hecho en
mi lugar, llevarle la contra. “No me
digas lo que tengo que comer, yo sé perfectamente lo que tengo que comer, y voy
a comer lo que quiera, y eso incluye todo lo que se me cruce por el camino en
todo el fin de semana, y otras cosas también, que iré a comprarme adrede para
mostrarte que no me controlás!” Muy racional, no? Si, yo también tengo que
volver a terapia, evidentemente. Es que aunque sé que mis problemas de peso son
míos, porque yo soy la que abre la boca y morfa, en el fondo reconozco el
germen de mis problemas de imagen en verla ser gorda mientras yo crecía. Pobre,
no? Ella seguramente luchaba con sus propios demonios, pero lamentablemente
todo impacta sobre los hijos. Había un doble mensaje por ahí escondido, porque
mientras nos trasmitía “querete como sos”,
eso era válido siempre y cuando fueras flaca, pero si sos gorda no valés un
mango. Si de chica hubiera empezado con sobrepeso el mensaje hubiera sido “ponete linda para que la gente te quiera,
porque gorda sos un sorete”, que era como ella se trataba a sí misma.
Y también hay algo de competencia. Ella siempre fue gorda
que yo recuerde, así que nunca compitió conmigo, porque nunca pudo. Ahora la
tortilla se invirtió y de repente vuelan las hilachas por los aires… No sé.
Será que la que compito soy yo? Será mi auto-estima la que está herida porque
ella está flaca? Tiendo a pensar que no, porque finalmente puedo salir a la
calle al lado de ella y no sentirme abochornada de que la gente nos ve y piensa
“the apple doesn’t fall far from the tree”.
Fin de la digresión (y del atracón). Volví a mi rutina luego
de ese fin de semana, volví a la vianda, y me dejé de joder. Y vengo bien. Hoy
pesé 64,5 kg. Estoy a un kilo y medio de la meta inicial, y luego veré cómo
sigue esto, si decido bajar un poco más o si decido intentar mantenerlo. Recién
cuando pisé los 65 en punto dejé de sentirme horrible y empecé a verme mejor,
pero sigo disconforme. Creo que la diferencia con el año pasado es que no
retomé el gimnasio, y aunque la grasa disminuye, la masa muscular no se
incrementa y me veo como un montón de gelatina. Ahí claramente está la meta de
la etapa que se viene.