martes, 22 de noviembre de 2011

La mirada de los otros...


Reporte diario exitoso, sigo sin pecar a pesar de haber tenido muchas oportunidades al efecto.
  • Desayuno: same as usual, no cambio ni el gusto del yogurt ultimamente
  • Almuerzo: milanesa de soja con calabaza
  • Merienda: una ciruela, una manzana chica y un café con leche
  • Cena: me jugué y salí de mi rutina, preparé pechuga de pollo al curry con zanahorias, todo en papillote, gourmet total! En un rato me voy a cortar una tajada de sandía. 

Tobillos, where are thou?
Fuente: hightechhealth.com.au
Me veo la cara menos desfigurada por la gordura, sin tanta hinchazón. Cuando hago episodios de atracón la retención de líquidos al día siguiente es espantosa, al punto que no sé cómo caretearla ya con maquillaje. Se me achinan los ojos, se me rellena completamente el párpado y me crecen los cachetes que da miedo. Bueno, por suerte todo eso va mejorando. Otra cosa que noto es que se me marca más la clavícula y la parrilla (así denomino yo a los huesos que se ven en el espacio entre las tetas, que en mi caso, al tener bastante poco y estar muy separadas, tiende a verse bastante cuando adelgazo). Por supuesto el problema mayor (pun intended) sigue en sus dimensiones usuales (mi traste, por supuesto), los tobillos están perdidos hace tiempo debajo de grasa localizada sin remedio, y las piernas siguen regordetas y tipo maceta. Las cachas están a pleno todavía, así que en cuanto me ponga una pollera y traspire un poco me voy a paspar hasta el hipotálamo. Pero bueno, algo es algo. Siempre se adelgaza de arriba para abajo (y en mi caso nunca llego a bajar todo lo que tengo que bajar de abajo…).

A pesar de que yo ya un poco lo noto, no sé si la gente alrededor mío se da cuenta de que estoy bajando de peso, y hasta preferiría que no lo noten mucho. Me acuerdo que en terapia, una vez que hablé del tema de mi sobrepeso, la mina me preguntaba por qué no podía asumirme como era, por qué la necesidad de taparme, ocultarme bajo un montón de ropa. Yo respondí que porque mi cuerpo me avergonzaba, y que la ropa amplia ocultaba lo que odiaba de mi. Me sorprendió su respuesta, me dijo que era muy omnipotente de mi parte pensar así. ¿Cómo omnipotente? Todo lo contrario, pensé yo. Pero cuando me lo explicó, le di la razón. Es muy omnipotente creer que uno puede controlar lo que la gente percibe de uno, la forma en que otros nos ven. Es obvio que aunque me ponga la ropa más amplia del mundo, la gordura se ve!

El médico nutricionista que empecé a ver inmediatamente después de que me “dieron de alta” de la terapia (era terapia por objetivos, ergo de corta duración), me dijo que el gordo es una persona fuera de control. Descontrolada en su alimentación, en sus emociones, en todo. Eso, sumado a lo que me había dicho la psicóloga, hizo que llegara a la siguiente conclusión: la gente se da cuenta, y no lo puedo evitar, que engordo y que estoy fuera de control de mi misma.

Recuerdo la bronca que me dio llegar a esa realización. Odié darme cuenta de que la gente me puede leer como a un libro abierto a través de mi peso. Odié participar al mundo de mis emociones, de mi impotencia para lidiar con mis frustraciones, mis inseguridades, y mi vida en general. Y yo pensando como una idiota que mi gordura me blindaba emocionalmente: sí, en efecto, estando gorda no me expongo emocionalmente a que me pase nada, pero al mismo tiempo mi gordura le muestra al resto mi absoluta imposibilidad de controlarme emocionalmente. Odio sentirme vulnerable, y en ese momento me sirvió de motivación para adelgazar pensar que de esa forma me volvía menos trasparente a que me juzgaran.

Alguien se la cree?

Se acerca Navidad, y estaba pensando qué me iba a poner, por lo cual recapitulé qué me había puesto en los últimos años, haciendo memoria de los últimos tres vestidos. A muchos de mis parientes los veo sólo esa vez al año, y estaba pensando que: en 2008 me vieron totalmente descontrolada, en mi peso máximo, claramente demacrada y abatida (las fotos lapidarias lo confirman); en 2009 me vieron más flaca, porque logré bajar un poco y estaba más o menos como estoy ahora; me sentía re diosa en un vestidito que compré chico y nunca antes me había entrado; en el 2010 había vuelto a engordar un montón, pero en noviembre me había puesto de nuevo a dieta, así que me vieron un par de kilos arriba sobre el 2009, pero mucho más insegura con mi cuerpo, más tapada; y este año espero que me vean ligeramente más flaca que en el 2009. En este momento estoy como estaba en febrero de este año, que me faltaban adelgazar casi 5 kilos. Si logro mantenerme a raya hasta Navidad, quizás pueda aparecer a los ojos de quienes me ven una vez al año que estoy equilibrada. Sin embargo, me da una rabia espantosa pensar que la gente que me ve todos los días no se creen ese verso, ya que ellos ven mis fluctuaciones, mis subidas, mis bajadas, mis vestiditos apretados y mis camisas gigantes, en suma, mi descontrol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dejame un mensaje!