Grave error esta mañana. Como es sábado, me desperté, vi el
día hermoso que hacía, y me hice un café con leche gigante, que me tomé
tranquila leyendo el diario. Nunca desayuno en casa. Siempre me levanto, voy al
baño y luego me peso. El café lo tomo ya en el trabajo, en general. Así que no
me pesé. Cuando me percaté de mi error, ya no me quería pesar. Porque si el
café con leche me agregaba medio kilo de líquido, me iba a deprimir. Así que me
pesé, y después pesé la taza llena de agua, y deduje esos gramos de mi peso. Y
menos mal, porque eran como 600 gramos! No es joda!!! Restando esos 600 gramos,
mi peso de esta mañana estuvo bastante bien.
Por ser sábado también, la comida estuvo bastante
desprolija. Arranqué bien (con el café con leche ya mencionado) y seguí bien
con una milanesa de soja y puré de calabazas, más un durazno a media tarde.
Pero a la tardecita me junté con algunas de las chicas, y bueno, hicimos lo que
hacen las mujeres cuando se juntan los sábados a la tarde: comimos. Ahí le metí
un té, una tostada con queso crema abundante, varias fetas de queso y una
porción de ensalada de frutas. Para el modo atracón en el que venía la semana
pasada, un lujo; pero para la dieta sin harinas que estoy queriendo intentar,
es un reprobado. Espero que no me gatille la locura y vuelque nuevamente. La
idea es no cenar más que un caldo y a lo sumo un postrecito.
Hoy hizo un calor de morirse, y la verdad es que me costó
vestirme. No es que no quepa en la ropa de verano, pero mostrar tanta carne –o
mejor dicho, grasa—me despierta todas las inseguridades. Estoy segura de que la
gente cuando me ve no piensa “ah, la pelota, qué mina gorda”. A la gente le
importa tres pitos, nadie me mira, la que voy pensando que todo el mundo me
mira soy yo. Entonces surge el gran dilema: si me pongo poca ropa (léase,
polleritas o shorts y musculosa), así estoy más fresca, la paso mal porque me
persigo y estoy incómoda con mi cuerpo; o me pongo algo que me cubra y me de
seguridad, pero la paso como el orto del calor y me chivo todo. Llegué al
ascensor con la opción A, pero al verme al espejo me volví y me puse la opción
B.
Por suerte no pasé tanto calor, pero me sentí bastante
inadecuada con mi ropa y conmigo. Había minas mucho más gordas que yo, minas
con mucho menos ropa, y nadie se hacía problema. ¿Por qué no puedo sentirme
cómoda en mi propia piel? No me refiero a ser una gorda feliz y ponerme a subir
kilos sin culpa. [No celebro la actitud de esas minas que dicen “peso 150 kilos
y soy hermosa, acéptenme como soy”. No me jodas, tenés un bruto problema de
salud, nena. Seguro sos hipertensa, tenés diabetes, problemas del corazón, y la
vas a palmar antes de los 50. Tampoco me va la onda de que el mundo se tiene
que adaptar a vos que sos gordo, porque si no te están discriminando. No te voy
a construir un asiento de avión más grande porque no entrás en uno. No te voy
poner un carrito eléctrico para que recorras las calles sin agitarte, como
hacen en Disney (los yanquis sí que están mal del mate). No te voy a amoldar la
realidad para que no te sientas mal con tu gordura. Sentite gordo. Agitate.
Pagá dos asientos. A ver si te das cuenta que tenés un problema de salud, y te
avenís a hacer algo al respecto.]
No, me refiero a sentirse cómoda con lo que
tengo: un flor de traste, un respetable flotador, un incipiente pantalón de
montar y bastante celulitis. En la panza no tengo rollos, sino que se me hace
redondita, tipo embarazada de 5 meses. Es un problema, porque más de una vez me
ofrecen el asiento en el colectivo y me vuelvo loca de la rabia, pero al menos
la bajo con facilidad: en cuanto largo la harina, la panza se achata bastante
(aunque el flotador no se va). Cuando llegué a mi peso mínimo, que estaba
objetivamente espléndida, igual estaba super insegura. Entiendo que fue la
primera vez que estuve flaca luego de por lo menos 4 o 5 años de mucho
sobrepeso, y que por lo tanto era lógico que me iba a tomar tiempo amigarme con
mi imagen corporal. Cuando uno está gordo, está recubierto de una gran capa de
grasa que te da seguridad (paradójicamente) porque te protege del rechazo. Con
mis kilos de más yo estaba fuera del mercado, y por lo tanto “a salvo” de ser
rechazada. Cuando los kilos se fueron, me sentí mucho más expuesta. Ahora había
que ver qué onda, y si un tipo no me daba bola, ya no le podía echar la culpa a
los kilos… Poco a poco me fui soltando, y empezando a disfrutarme más. Me
compré pilchas atrevidas –que al comienzo me puse sintiéndome medio rara, pero
luego me fui habituando—y salí con algunos tipos, me animé a “volver al ruedo”,
llamémosle. [El tema sexo pufff, ni hablemos, da para un post completo.] Creo
que cuando alcancé el pico de seguridad fue justo cuando tuve una especie de
desencanto amoroso, porque no se dieron las cosas con un tipo al cual yo le
había puesto un par de fichas. Y ahí comenzó el declive, ahí volví a morfar,
evidentemente para protegerme de nuevo.
Pero bueno, asumiendo que vuelva a bajar y me mantenga,
necesito encontrar la forma para quererme como soy, con la celulitis, con las
arañitas, con mi gran orto. Es el envase en el que vine, después de todo, no?
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