En tren de reconectarme con mi cuerpo y buscar algún tipo de
ejercicio físico que me guste, lo cual no parece ser muy fácil, decidí anotarme
en pilates. Hordas de mujeres de todos los tamaños y pesos hablan por el mundo
las bondades de este método, ¿así que por qué no puedo ser yo una más de ellas?
No parece que ser una sílfides sea un requisito para tomar la clase, ni tampoco
tener mucho estado físico, así que, what the hell…
![]() |
Foto: http://karinmendez.files.wordpress.com/2012/01/pilates-reformer.jpg |
Debo admitir que desde afuera y sin haberlo probado esas
máquinas me parecían instrumentos medievales de tortura, pero ahora que lo
hice… confirmé mi primera impresión, ja! Cómo duele, la remil put*! Será que
estoy totalmente atrofiada, y que la flexibilidad corporal nunca fue mi fuerte,
pero soy chotísima, y se nota. Por suerte las minas que van están más
preocupadas por charlar con la instructora sobre las boludec*es más inusitadas
que se les ocurran que por mirarme a mi. Ya fui dos veces y pagué todo el mes,
lo cual crea una presunción de que continuaré yendo. Espero que no sea como mi
abono de gimnasio, que pagué todo un año y aún así no fui más de tres veces.
Veremos. Reportaré periódicamente mi evolución (o involución) (o total
deserción).
Actualización de estado dietístico: BIEN. Mejorando. Ayer
fui al grupo nomás, lo que me sirvió para dejarme de joder esta mañana y hacer
las cosas como se deben. Llegué a la conclusión de que soy una chica estilo
“todo o nada”. No puedo negociar “es una tostadita, una solita”, porque acto
seguido me como toda la panera, y esa noche pido media docena de empanadas para
mi sola. Así que cero harinas, cero dulce. A cortar el síndrome de abstinencia
y entrar en acidosis, carajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejame un mensaje!